Es uno de agosto de 2010, y estoy de paso por Villa hermosa tabasco, he visitado el mercado de la ciudad José María Pino Suarez, y me he extasiado con el color, los aromas y los sabores de un mercado que es tradición de pueblo en una ciudad; hay cosas en la vida que no se olvidan, y mas cuando te suceden en la infancia.
Estar en el mercado fue retornar a la niñez, a los años en que mamá me mandaba para comprar los ingredientes de la comida diaria, caminar por esos pasillos y estar al contacto visual con los productos que los comerciantes expenden a diario, avena, pinole, quesos, mantequillas, camarón seco, saborear con la vista y el olfato los aromas y percibirlos con las gentes que abarrotan los puestos del mercado es toda una aventura de color, de sabor y de aroma que alegran los sentidos y despierta el sentimiento de la tierra natal.
Comensales esperando saborear los tacos y tortas de cochinita pibil, los salbutes con carne de pavo aderezados con cebolla curtida y chiles en vinagre y la fila de pacientes clientes esperando ordenar los churros, y el agua de horchata, y el pozol que acompañado de los dulces de coco y en conserva rememora las costumbres olmecas que han trascendido con el tiempo hasta la actualidad.
y los puestos que expenden carne fresca de res y de puerco y la longaniza fresca con el rojo del achiote que le da color y sabor, y el chocolate y la avena cacao y más allá un buen hombre en cuclillas con sus petates tejidos con palma seca, y el barullo de la gente acompañado de las notas de un tecladista que anima a la clientela con la picara melodía , de esa tierra que es color y calor y que la gente festeja, cuando la letra dice te lavaste; la cara pero ¡el mono no!
