De
no haber sido por las redes sociales, la historia de Manuelito, un niño de
origen de la etnia tzotzil , del estado de Chiapas, no hubiera trascendido y seguiría
siendo una de las miles de historias anónimas que son el ejemplo claro de la explotación
infantil en México, y que a pesar de la práctica cotidiana en la gran mayoría de
las entidades del país, las autoridades responsables de vigilar y sancionar
estas prácticas de explotación, se hacen los ciegos y los sordos, porque solo
ellos no ven, ni escuchan los reclamos
silenciosos de miles de niños que padecen el flagelo de la maldad de individuos
que se aprovechan de la necesidad y de la ignorancia de mujeres, niños y niñas
de etnias que a pesar de los adelantos y el “progreso” de México, siguen
viviendo en el inframundo de la pobreza extrema.
Manuelito,
un infante de 9 años, tenía apenas unos días de estancia en Villahermosa, capital del estado
de Tabasco; huérfano de padre y madre, acompañado de su tía, también de origen tzotzil
y vendedora de dulces y cigarros; Manuelito fue víctima de un inspector
municipal de comercio, que abusando de su autoridad, detuvo a Manuelito y le
hizo vaciar la mercancía de su canasta para tirarla al suelo y además decomisarle
las cajetillas de cigarros que llevaba para su venta.
Las
lágrimas de Manuelito, reflejaron su miedo, su impotencia, ante el abuso de un
adulto, que sin el menor de los recatos en plena vía publica, hizo gala del
excesivo celo por su trabajo, excediéndose y humillando a un menor que se ha
encontrado de frente con la cruda realidad de una vida cruenta, alejada de los
juegos y comodidades que otros niños de su edad disfrutan.
Al
darse a conocer estos hechos a través de las redes sociales, las autoridades
de gobierno, aparecieron declarando que el inspector de comercio había sido
cesado, el gobernador del estado, ofreciendo una beca de estudios, ayuda psicológica
y medica para el menor, la esposa del
gobernador también manifestó su preocupación por estos hechos y ¡sorpresa!, la comisión
estatal de los derechos humanos,¡ va intervenir!
Y
me pregunto ¿y donde estaban todas estas autoridades que ahora manifiestan su preocupación
por Manuelito? Y ahora que harán respecto
a todos los niños y niñas y mujeres de etnias chiapanecas que transitan por las
calles de la capital tabasqueña, vendiendo prendas de vestir artesanales y
dulces y cigarros, que les proporcionan, grupos de explotadores a cambio de
unos cuantos pesos, aprovechándose de la gran necesidad y la pobreza de sus
comunidades.
¿Actuaran
las autoridades contra esas bandas de explotadores? O seguirán dándose golpes
de pecho, para tranquilizar sus conciencias y aparentar ante la ciudadanía de
su fingida preocupación por causas como la de Manuelito.
El
llanto de Manuelito, es el reclamo no solo a las autoridades, responsables de
velar por el bienestar social; es el reclamo a toda la sociedad mexicana que
indolente no quiere ocuparse de la gran pobreza y la gran marginación que todavía
prevalece en nuestro país.
Los
responsables de velar y proteger por los derechos humanos, una vez más
demuestran su incapacidad, su indolencia, y su preocupación política, por
preservar y conservar sus puestos dentro del organigrama de una dependencia,
que va acompasada con las directrices e intereses de los gobiernos de los tres
niveles.
Manuelito
ya no está en Villahermosa, ya “regreso” a su pueblo, ¿regresó? ¿o se lo llevó
su explotador? Porque su tía permanece
en Villahermosa.
Con
esta historia se demuestra una vez mas, la ineficacia de las autoridades en México,
y la indolencia de aquellos que tienen la seguridad de un cargo público, por
cierto ¿y la cruzada contra el hambre en donde quedaría? Otro discurso político, como lo son las comisiones
de los derechos humanos eso: solo discursos políticos.
0 comentarios:
Publicar un comentario