Tomás y Esperanza, son dos mexicanos, nacidos en el estado de Chiapas, ambos de humilde cuna y limpias costumbres, abandonaron la tierra que los vio nacer, dejaron la verde campiña y las corrientes fluviales que corren en sus cauces, nutriendo las tierras benditas de la esperanza natural, pero que no les ofreció más que pobreza, atraso, humillaciones y hambre.
Ambos
contaron con la “ayuda” de un personaje que se dedica a enganchar a mujeres
jóvenes para vender artesanías chiapanecas y en unión de más de cincuenta mujeres jóvenes y niñas
aun, salió de su tierra para caminar por las calles de la gran ciudad, algunas descalzas,
otras con sencillas sandalias.
Esperanza
y sus paisanas al arribar al puerto, fueron concentradas en un pequeño cuarto de ínfima
categoría cuyo pago se le descontaría de lo que ganara a la semana, así como
alimentos y enseres de cocina; y así esperanza comenzó sus largas caminatas y a
sortear las persecuciones de los inspectores de comercio de la ciudad, en
jornadas diarias que iniciaban a las ocho de la mañana y que finalizaban a las
once de la noche, en busca de clientes para la venta de sus mercancías.
Tomás
corrió con mejor suerte pues encontró unos paisanos que le recomendaron como
jardinero, y cuando este trabajo escaseaba,
el de albañil, para construir grandes mansiones, o edificios en jornadas
extenuantes y pagar su cuota al líder sindical que se había “condolido” de su
situación.
Tomás
y Esperanza coincidieron este 6 de
enero; Tomás en una construcción cercana
al monumento erigido a la memoria del creador de la ley de la reforma agraria VENUSTIANO CARRANZA; Esperanza cargando a sus
espaldas los artículos artesanales que le daban para su venta y ambos se
percataron con curiosidad de un movimiento inusual, de gentes con ropajes de
campo, otros con guayaberas blancas, otros dando órdenes y grandes vallas metálicas
para marcar distancias y diferencias, de un lado gobernantes del otro lado
gobernados.
Tomas
y Esperanza sabían por las pláticas de la ciudad que era día de los reyes
magos, que ese día los niños y niñas reciben juguetes, cosa que ignoraban
porque en su pueblo natal nunca los conocieron, ni sabían de ellos; mas nunca imaginaron
que ese día precisamente se celebrara la promulgación de la ley de la reforma
agraria.
Y
vieron llegar en autobuses de transporte público a cientos de campesinos que
contrastaban con el entorno del puerto, muchos de ellos admirados y contentos
porque muchos no conocían el mar. Y también vieron llegar vehículos de lujo
donde bajaban pasajeros con ropajes finos, y a quienes saludaban las gentes
asistentes con respeto y otros con disimulo los miraban con la rudeza de la
desaprobación popular.
Y
escucharon el himno agrarista y discursos con palabras huecas, rememorando una
fecha en que con una ley se pretendió reformar el campo mexicano, apenas 98
años, y en estos han pasado tantos presidentes de la República y cientos de líderes
agraristas y un sin número de organizaciones campesinas y el campo mexicano sigue igual, pero con una
reforma que ha sido no agraria, sino agria para los hombres y mujeres del
campo.
Tomas
y Esperanza escucharon los discursos y miraron a las gentes a lo lejos y ambos presentaron
en sus mentes la lejanía de su tierra, de esos verdes campos y de la frescura
de sus ríos y quizá la nostalgia los invadió sin explicárselo quizá, como el sentimiento
que cala, que hiere, que lastima, la dignidad de todo hombre y mujer nacidos en
la campiña mexicana.
Tomas y Esperanza, son ejemplos vivos de la reforma
agraria, que solo ha servido para solventar los intereses de gobernantes y
lideres en el poder y que jamás han tenido un pensamiento de servicio y
beneficio para el campo y sus campesinos; líderes campesinos que nacidos en la
ciudad, han sido encomenderos de intereses partidistas y políticos.
Emiliano
Zapata, Úrsulo Galván, y Rubén Jaramillo, verdaderos luchadores agraristas,
dedicaron sus ideales por la campiña mexicana, luchando por sus iguales, por la
reivindicación de los derechos de las familias del campo, forjadores de una lucha
que con el paso de los años se va diluyendo, como las esperanzas de todo
campesino mexicano.
Zapata,
Galván, y Jaramillo, son los ejemplos de verdaderos prohombres que dedicaron
sus vidas por un campo que diera el sustento y la riqueza para nuestra
nación; las vidas de Emiliano Zapata y Rubén
Jaramillo fueron segadas por los
intereses del poder corrupto que se niega al progreso colectivo y que protege
al particular.
Tomas
y Esperanza fueron ignorados, como Zapata, Galván y Jaramillo, al término de la ceremonia los gobernantes se
alejaron presurosos y la multitud también ignorada se dispersó, quedando en el
lugar grupos que se solazaban con los
vientos de invierno que azotaban el mar y a los pies de la silente estatua de Venustiano
Carranza, una ofrenda floral que lejos de glorificar al autor de la ley
agraria, rendía tributo a la muerte del
campo mexicano.
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