miércoles, 9 de enero de 2013

Una reforma agria y no agraria….


Tomás y Esperanza, son dos mexicanos, nacidos en el estado de Chiapas, ambos de humilde cuna y limpias costumbres, abandonaron la tierra que los vio nacer, dejaron la verde campiña y las corrientes fluviales que corren en sus cauces, nutriendo las tierras benditas de la esperanza natural, pero que no les ofreció más que pobreza, atraso, humillaciones y hambre.

Y escucharon historias de progreso, historias con sueños de amplios porvenires, de vivir en lugares mejores que la tierra que los vio nacer y  emigraron para luchar con gran esmero y encontrar un mejor destino; y así llegaron al puerto de Veracruz;  Tomás buscando jardines que aderezar, y Esperanza para ocuparse en la venta de artesanías o en casas donde sus moradores pudieran pagarle por hacer el aseo, lavar y planchar la ropa ajena.

Ambos contaron con la “ayuda” de un personaje que se dedica a enganchar a mujeres jóvenes para vender artesanías chiapanecas y  en unión  de más de cincuenta mujeres jóvenes y niñas aun, salió de su tierra para caminar por las calles de la gran ciudad, algunas descalzas, otras con sencillas sandalias.

Esperanza y sus paisanas al arribar al puerto,  fueron concentradas en un pequeño cuarto de ínfima categoría cuyo pago se le descontaría de lo que ganara a la semana, así como alimentos y enseres de cocina; y así esperanza comenzó sus largas caminatas y a sortear las persecuciones de los inspectores de comercio de la ciudad, en jornadas diarias que iniciaban a las ocho de la mañana y que finalizaban a las once de la noche, en busca de clientes para la venta de sus mercancías.

Tomás corrió con mejor suerte pues encontró unos paisanos que le recomendaron como jardinero, y cuando este  trabajo escaseaba, el de albañil, para construir grandes mansiones, o edificios en jornadas extenuantes y pagar su cuota al líder sindical que se había “condolido” de su situación.

Tomás y Esperanza coincidieron este  6 de enero;  Tomás en una construcción cercana al monumento erigido a la memoria del creador de la ley de la reforma agraria   VENUSTIANO CARRANZA; Esperanza cargando a sus espaldas los artículos artesanales que le daban para su venta y ambos se percataron con curiosidad de un movimiento inusual, de gentes con ropajes de campo, otros con guayaberas blancas, otros dando órdenes y grandes vallas metálicas para marcar distancias y diferencias, de un lado gobernantes del otro lado gobernados.

Tomas y Esperanza sabían por las pláticas de la ciudad que era día de los reyes magos, que ese día los niños y niñas reciben juguetes, cosa que ignoraban porque en su pueblo natal nunca los conocieron, ni sabían de ellos; mas nunca imaginaron que ese día precisamente se celebrara la promulgación de la ley de la reforma agraria.

Y vieron llegar en autobuses de transporte público a cientos de campesinos que contrastaban con el entorno del puerto, muchos de ellos admirados y contentos porque muchos no conocían el mar. Y también vieron llegar vehículos de lujo donde bajaban pasajeros con ropajes finos, y a quienes saludaban las gentes asistentes con respeto y otros con disimulo los miraban con la rudeza de la desaprobación popular.

Y escucharon el himno agrarista y discursos con palabras huecas, rememorando una fecha en que con una ley se pretendió reformar el campo mexicano, apenas 98 años, y en estos han pasado tantos presidentes de la República y cientos de líderes agraristas y un sin número de organizaciones campesinas  y el campo mexicano sigue igual, pero con una reforma que ha sido no agraria, sino agria para los hombres y mujeres del campo.

Tomas y Esperanza escucharon los discursos y miraron a las gentes a lo lejos y ambos presentaron en sus mentes la lejanía de su tierra, de esos verdes campos y de la frescura de sus ríos y quizá la nostalgia los invadió sin explicárselo quizá, como el sentimiento que cala, que hiere, que lastima, la dignidad de todo hombre y mujer nacidos en la campiña mexicana.

Tomas  y Esperanza, son ejemplos vivos de la reforma agraria, que solo ha servido para solventar los intereses de gobernantes y lideres en el poder y que jamás han tenido un pensamiento de servicio y beneficio para el campo y sus campesinos; líderes campesinos que nacidos en la ciudad, han sido encomenderos de intereses partidistas y políticos.

Emiliano Zapata, Úrsulo Galván, y  Rubén  Jaramillo, verdaderos luchadores agraristas, dedicaron sus ideales por la campiña mexicana, luchando por sus iguales, por la reivindicación de los derechos de las familias del campo, forjadores de una lucha que con el paso de los años se va diluyendo, como las esperanzas de todo campesino mexicano.

Zapata, Galván, y Jaramillo, son los ejemplos de verdaderos prohombres que dedicaron sus vidas por un campo que diera el sustento y la riqueza para nuestra nación;  las vidas de Emiliano Zapata y Rubén Jaramillo  fueron segadas por los intereses del poder corrupto que se niega al progreso colectivo y que protege al particular.

Tomas y Esperanza fueron ignorados, como Zapata, Galván y Jaramillo,  al término de la ceremonia los gobernantes se alejaron presurosos y la multitud también ignorada se dispersó, quedando en el lugar  grupos que se solazaban con los vientos de invierno que azotaban el mar y a los pies de la silente estatua de Venustiano Carranza, una ofrenda floral que lejos de glorificar al autor de la ley agraria,  rendía tributo a la muerte del campo mexicano.


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