México,
mi país, se debate actualmente entre dos situaciones que están marcando su
pulso social y por ende su historia. La primera el desbordamiento social de la clase magisterial que ha
abandonado las aulas para ganar la calle y protestar públicamente en contra del
gobierno federal y del aparato legislativo que ha determinado y promulgado una
reforma educativa que lleva visos de una reforma laboral para poner orden en el
sector magisterial.
La
segunda el desbordamiento natural de los ríos, a consecuencia de dos fenómenos
climatológicos que han azotado al país, “Irving” por el golfo de México y “Manuel”
por el océano pacifico, meteoros que han dejado a su paso muertos, pérdidas
económicas, miles de damnificados y lo más grave, al descubierto la nula cultura de protección civil.
Ni
los temporales, ni la desgracias originadas por los meteoros referidos han
detenido a los maestros en su lucha por la defensa de sus derechos laborales,
la fuerza pública actuó, hizo presencia en la gran plaza de la constitución,
mejor conocida como el zócalo de la capital del país, para desplazarlos al
monumento de la revolución y permitir la celebración de la ceremonia del “grito”
y el desfile militar para celebrar los días 15 y 16 de septiembre el inicio del
inicio del movimiento de independencia de México en 1810.
El
ejecutivo federal ha emprendido una tarea delicada, mal llamada reforma
educativa, porque por reforma se entiende un cambio para mejorar, generalmente
rehaciéndolo para renovar, y en este caso no se habla de renovar contenidos o
de implementar estrategias en la enseñanza, sino de adecuar marcos de legalidad
para las actividades laborales de los maestros.
Y
los maestros lo han interpretado como una política diseñada en contra del
magisterio en general y el gobierno federal con sus acciones y palabras ha
interpretado que el magisterio está en su contra por no aceptar sus decisiones
y al salir a las calles a protestar y demandar respeto a sus conquistas
sindicales.
En
medio de ambos bandos, los alumnos y padres de familia, los primeros sin
recibir las enseñanzas con las escuelas cerradas y los segundos los padres mal
informados, porque ambos bandos no externan cuales son las verdaderas razones
del conflicto, cada quien ventila “su verdad” a conveniencia.
Daños
graves para la nación, el conflicto de los maestros vs el gobierno federal, o
este contra los maestros, y ´por otra parte las desgracias climatológicas, sin
duda los dos son serios problemas para el país, pero el más grave según mi
opinión, es el magisterial porque el daño a las generaciones futuras será
incalculable y eso entraña un grave daño al desarrollo social del país.
El
conflicto magisterial se ha politizado y puede ser el inicio no de una
pretendida reforma educativa, sino de una reforma social muy necesaria en México,
por las actuales circunstancias, los altos índices de marginalidad, precariedad
social, corrupción y negligencia de autoridades en todos sus niveles de
gobierno y en los ámbitos legislativos, judicial y ejecutivo.
México
se debate en el inicio de un movimiento social que se ha incubado en los
últimos 50 años de su historia reciente. El movimiento magisterial actual puede
ser el parte aguas de un México cuya sociedad está en la búsqueda de lograr un
país mas justo y equitativo.
El
hartazgo social se hace manifiesto en la ausencia de credibilidad de una
sociedad que ha sido engañada en muchas ocasiones por gobiernos y partidos políticos
que han traicionado su confianza y mataron sus esperanzas de tener y vivir en
un país más justo, equitativo y honesto.
Es
cierto, se requieren de reformas estructurales, sociales, económicas y
políticas para reencauzar el rumbo del país, pero estas deben ser realizadas
con la participación de toda la nación y no solo con la participación de unos
cuantos.
Nuestra
nación requiere de nuevos liderazgos, de gobiernos y legisladores emergidos de
una verdadera voluntad y decisión social, no surgidas de decisiones de grupos
enquistados en el poder o de grupos económicos o de grupos de poder facticos.
México
está despertando de un letargo social, que habrá de conjuntar voluntades
originalmente sociales. El movimiento magisterial habrá de ser la cuna de
nuevos liderazgos y la tumba de aquellos que se han deteriorado por la corrupción
y los muchos años de permanencia en los cargos sindicales, que inevitablemente
los han llevado a la descomposición y desviación de la verdadera lucha
sindical.