A
escasos días de terminar su gestión como presidente de los Estados Unidos Mexicanos,
Felipe calderón Hinojosa, vuelve a la carga con una idea guardada en su
escritorio y que en los movimientos de la mudanza para salir de los pinos, desempolva
para presentarla ante el senado y buscar la realización de un viejo anhelo
personal de reformar la constitución política mexicana y que nuestro país
cambie su nombre oficial Estados Unidos mexicanos, por el de México.
Ya
lo hizo en el año 2003 cuando fue líder de los diputados de su partido Acción
Nacional pero su iniciativa no prosperó y ahora, antes del término de su
mandato como presidente de la republica, lo intenta de nueva cuenta, lo que sin
duda es síntoma de querer dejar una huella histórica de su paso por el camino
de la primera magistratura de nuestro
país.
El nombre de nuestro país, en la constitución de 1824 era Nación
mexicana, en la constitución de 1857 República Mejicana (con jota), y en la constitución de
1917 adopta el nombre de Estados Unidos Mexicanos derivado del pacto federal en
que las entidades de la república acordaron para constituirse en una federación
de estados, tal y como le establece en la actualidad el artículo 40 de nuestra
norma fundante y que expresa : “es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una república representativa,
democrática, federal, compuesta de estados libres y soberanos en todo lo
concerniente a su régimen interior, pero unidos en una federación establecida
según los principios de esta ley federal”.
El
nombre de México, lo adquirimos por razones de nuestras raíces históricas que
se remontan a la etapa precortesiana, del vocablo náhuatl “MEXHICO”
(en el ombligo de la luna) y es de ahí donde se deriva el nombre que
adopta nuestra patria, nombre que los conquistadores españoles trataron de
desaparecer ya que ellos la denominaron Nueva España.
Llama
la atención la hiperactividad demostrada en estos últimos días del mandato de
Felipe calderón, recorridos por todo el país y en la extraordinaria publicidad
desplegada en todos los medios de comunicación, escritos, radio, televisión e
internet, bombardeando a las masa ciudadana, como tratando de demostrar que
este sexenio gubernamental ha sido el más exitoso de la historia de nuestro
país.
De
repente la diarrea legislativa, producto quizá de un estreñimiento sexenal, pero
no, toda vez que los enterados al respecto señalan que es precisamente en este
sexenio de Felipe Calderón, es cuando nuestra constitución política ha sufrido
el mayor numero de reformas, modificaciones y adiciones
La
constitución política de nuestro país, a lo largo de su existencia ha tenido
487 modificaciones y esto debido a las circunstancias sociológicas, políticas y
económicas, para así actualizarla, acorde a la evolución histórica de nuestro
país.
Si
bien es cierto que es necesaria la adecuación a los nuevos tiempos de nuestra
carta magna, también es cierto que esas reformas o enmiendas deben hacerse con
responsabilidad y respeto a nuestra sociedad y no bajo el síntoma de la
frivolidad en la que pueda caer todo gobernante por los excesos del ejercicio
del poder y delirios de grandeza personales.
México
es una gran nación que en su devenir histórico ha sufrido cruentas experiencias
que le ha permitido madurar y trascender como nación; el respeto a su nombre,
es respetar a un conglomerado nacional que sigue buscando con gran anhelo
mejores estadios de bienestar, pero
sobretodo depositar su confianza no solo
en sus gobernantes y sus representantes ´populares, sino también en sus conciudadanos.
Indudablemente
hay pendientes muy importantes que atender en el futuro, y que son necesarios
para la nación que requiere la trascendencia social y económica que permita a
las nuevas generaciones de mexicanos obtener mejores estadios de bienestar,
progreso y desarrollo.
Bueno
sería reformar el artículo 83 de la constitución para que se acorte el
lapso comprendido entre el día de la elección y el inicio del ejercicio del
encargo del nuevo presidente de la republica; del día de la elección 1 de julio al 1 de
diciembre, transcurren 5 meses, demasiado
tiempo para una transición.
En los estados unidos de Norteamérica, son dos
meses el lapso de que dura la transición y en Francia 30 días; demasiado tiempo en México, es de suponerse que la administración
en turno tiene la casa en orden, para la entrega formal y legal al sucesor este
dilatado lapso permite al gobernante en
turno añorar y desvariar, el ejercicio del poder es enajenante, es tortuoso y
es difícil dejarlo.