El
domingo 29 de junio, nuestra nación México, se estremeció y unidos en el latir de un solo corazón, estuvimos presenciando a través de la televisión el juego disputado
entre la selección nacional de Holanda y la selección nacional de México, dentro
de la competencia de la copa mundial de futbol de la FIFA que se celebra en el
país de Brasil.
Todos
esperábamos la actuación histórica de nuestra selección nacional, de superar el
cuarto juego que como maldición atávica no hemos logrado superar en todos los
torneos de la copa mundial en que ha participado nuestro país.
Nuestra
selección estuvo a cinco minutos de lograr lo que no ha sido posible en muchos
años, estuvimos acariciando la alegría y el gozo que nos causaría el pasar a la
etapa de cuartos de final, y remontarnos a la gloria de lograr un resultado
histórico. Los integrantes de nuestra selección jugaron como los grandes, con
gran pundonor y para mi, excelente
juego.
Las
jugadas de nuestros compatriotas nos emocionaron y nos remontaron a la gran
ilusión de pasar a la siguiente etapa, pero en cinco minutos los holandeses nos
frustraron la alegría y el sueño acariciado desde hace muchos años.
El
merito es grande para nuestros seleccionados que no se doblegaron y jugaron con
gran determinación encarando al equipo contrario que a decir verdad es un
equipo grande como lo es la selección nacional de Holanda.
Lo
que no es meritorio es el hecho de tratar de justificar una derrota, que si fue
el árbitro, que si el calor, que si no fue un penal, que si el jugador holandés
se dejo caer para provocar el penal. No, eso no, debe hacerse porque justificar
una derrota, es no reconocer que se cometieron errores y que no hubo el
suficiente aliento y la determinación de agotar los últimos cinco minutos, que
aprovechó el contrario para levantarse
con la victoria.
Reconozco
a todos los integrantes de la selección nacional por su gran esfuerzo, por
haber dejado en la cancha la constancia de ser jugadores profesionales con
pundonor y valentía y por el espectáculo brindado y las emociones vividas y
sentidas en cada una de sus jugadas.
Pero
no es posible seguir alentando justificaciones, se perdió y de esto se debe
tomar lo mejor para validar la experiencia y no cometer errores, porque estos
son los que hacen la diferencia entre una derrota y una victoria.
México
es grande, y no solo por la práctica del futbol soccer, también lo es por el
espíritu y la actitud de sus gentes, ha sido un juego, hemos participado y nada
se ha perdido, ni nuestra identidad nacional, ni nuestro futuro, desgracia nacional seria perder
nuestros valores como patria y como ciudadanos.
Veamos
hacia el futuro y formemos generaciones victoriosas, con garra y determinación
azteca.